Una mirada que aniquila a pesar de su esfuerzo, que se
define aún con la consciente negación de quien la observa y la teme, puede
haber sido un largometraje expuesto demasiado al sol, sin un fin diluido más
que en otras luces y a cada luz una estación como una época, otra era.
Su duración contiene los minutos en los que el aire dirigía las tensiones y atravesaba los orificios que podrían abrirse desde entonces.