Hay lugares instantáneos que nos demuelen y nos devuelven hechos de arena. Luz y en el interior flujos de grava. Desobedecemos
la densidad de nuestra carne, nos obligamos a mantener la intriga. Una línea
separa el terreno de pisada de las mismas hectáreas que hay bajo la tierra. Dentro
luz, sin focos. Y unas gafas de sol a ambos lados para el medio ojo, que insistiría en registrar
el empuje contrario tras el atrevimiento que sólo se prefigura. Una tentación sin peligro de abismo, aun sin oxígeno y un
tú cuánto aguantas, sería la diversión de lo inmerso. Bajo esta línea el dibujo
de un vacío para ser coloreado sin salirse del borde. Sobre la frontera todavía
el disparo de un equilibrio, hasta que el viento traiga su nueva imposición, o volvamos a incumplir el discurso que conduce nuestras propias dislocaciones.