Ligeras

Las plantas ligeras, hoy en el patio, como la huerta que se queda por fin en casa.

Sólo este hombre y yo sabemos que se puede llorar de pura vida con una lechuga. Y continuar aún después del adiós, bonita y entender un poco más del amor y su sexo. No existe ningún poder ajeno. Nacemos sin llorar, sin apenas conocer el uno del otro más que la suma de un archivo que nos documenta en ese instante, inabarcable y el mío breve, corto, impreciso, paciente, mientras continúo escuchando, riendo. Presiento el escondite de su pudor, mi conciencia se deleita, nos despedimos, es verdad que lo encontré guapo, y nos marchamos. Relajo los hombros que no me caben en los bolsillos. Me pregunto qué necesito del súper, pero muy al fondo. Otro día sacaré el libro de la biblioteca también ahí al fondo, ahora un saludo con el gesto, encuentro fácil las llaves, podría ser un lunes, o miércoles, una tarde antes de regresar.

Hoy almorcé ensalada de agua, y me invento que fue con seis cucharas, y además es abril y llueve.