Matar


Matar es de otros. Yo deseo morir a una persona desde el verano
que cumplí los diez años, y es ahora cuando me veo hermosa, porque deseo que muera bajo una tortura inmensa y continua, delirante en la descripción que hagan constar los especialistas. Y yo no me enteraré de cada detalle, solo algún día conseguiré imaginar que se murió para que no se me olvide, aunque mientras tanto mi deseo perdura en calma. Desear morir a una persona es hermoso cuando es natural, cuando sus feroces manos se clavaron en mi piel con todo su peso de guijarro que penetra en cada poro y me ensucia y escupo. Y la tierra permanece y aumenta porque se preocupa de conseguir su alimento, desde mucho antes de que yo cumpliera los diez años, y continúa y se sobrepone. Me visita casi a diario, materia que repugna en cada uno de mis pasos, a los que persigue con el beneplácito unánime de todos los que mienten y desconocen y ven su mirada. Y yo evito algunos roces, demasiados o escasos, mientras mi deseo perdura en calma sabiendo que es muy hermoso.