Intro

Antes de comenzar, rasguños. Y escupir la amabilidad que me depositan. Rasguños y no laceraciones, para evitar caer en la corriente impersonal de la amputación. Para tratar la muerte sin su anuncio en un suicidio retórico. Para poder preservar el grito sin una palabra y hablar entre tanto sobre la torpeza.

Romperse sería mostrarles los abusos. Romperme es tan solo hacer
lo correcto y ocultárselos.

La ironía me incitará por descuido y no la quiero, no quiero fingir
que poseo la inteligencia aguda del converso desubicado.

No se me ocurre nada digno. Solo salvo un hallazgo que me recupera la caricia de extensión apropiada en el cabello, auténticas cerdas de jabalí que incrustan su debilidad sobre mi pelo en la cama.

Mis almohadas están rellenas de borra caleidoscópica, y me tumbo en pie y cambio el eje de las cosas. Vislumbro en calma, vertical.

Muda. Con el deleite que contradice mi turbación por explorar constantes exilios, agoté el conocimiento de todas las lenguas.